Luiyología

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LuisGC

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An illustration from the novel 'From the Earth to the Moon' by Jules Verne drawn by Henri de Montaut

Hace unos días terminé uno de los mayores éxitos de Julio Verne, De la Tierra a la Luna, y a pesar de mi falta de tiempo, no quería dejar de comentarlo.

Publicada por primera vez el 25 de noviembre de 1864, tiene en este dato su mayor valía. Esta novela es una clara demostración de la capacidad de inventar el futuro que tenía Verne. Escrito muy ordenadamente (quizá demasiado), contiene múltiples ingenuidades, que se perdonan fácilmente por haberse escrito hace casi 150 años.

Son los orígenes de la Ciencia Ficción, y hay que conocerlos. Ahora pretendo descubrir el Capitán Nemo que creó Verne en Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino.

De la Tierra a la Luna
Julio Verne

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De la Tierra a la Luna
De la Tierra a la Luna - CC BY-NC-SA License

Sin embargo, Barbicane no perdió un solo instante en medio de las ovaciones de que era objeto. Lo primero que hizo fue reunir a sus colegas en el salón de conferencias del Gun-Club, donde después de una concienzuda discusión, se convino en consultar a los astrónomos sobre la parte astronómica de la empresa. Conocida la respuesta, se debían discutir los medios mecánicos, no descuidando ni lo más insignificante para asegurar el buen éxito de tan grande experimento.

Se redactó, pues, y se dirigió al observatorio de Cambridge, en el estado de Massachusetts, una nota muy precisa que contenía preguntas especiales. La ciudad de Cambridge, en la que se fundó la primera Universidad de los Estados Unidos, es justamente célebre por su observatorio astronómico. Allí se encuentran reunidos sabios del mayor mérito, y allí funciona el poderoso anteojo que permitió a Bond descomponer en estrellas la nebulosas de Andrómeda, y a Clarke descubrir el satélite de Sirio. Aquel establecimiento célebre tenía, por consiguiente, adquiridos muchos títulos honrosos que justificaban la consulta del Gun-Club.

Dos días después, la respuesta, tan impacientemente esperada, llegó a manos del presidente Barbicane.

Estaba concebida en los siguientes términos:

El director del observatorio de Cambridge al presidente del Gun-Club en Baltimore

"Cambridge, 7 de octubre

Al recibir su atenta comunicación del 6 del corriente, dirigida al observatorio de Cambridge en nombre de los miembros del Gun-Club de Baltimore, nuestra junta directiva se ha reunido en el acto y ha resuelto responder lo que sigue:

Las preguntas que se le dirigen son:

1ª ¿Es posible enviar un proyectil a la Luna?

2ª ¿Cuál es la distancia exacta que separa a la Tierra de su satélite?

3ª ¿Cuál será la duración del viaje del proyectil, dándole una velocidad inicial suficiente y, por consiguiente, en qué momento preciso deberá dispararse para que encuentre a la Luna en un punto determinado?

4ª ¿En qué momento preciso se presentará la Luna en la posición más favorable para que la alcance el proyectil?

5ª ¿A qué punto del cielo se deberá dirigir la puntería del cañón destinado a lanzar el proyectil?

6ª ¿Qué sitio ocupará la Luna en el cielo en el momento de partir el proyectil?

Contestación a la primera pregunta: ¿Es posible enviar un proyectil a la Luna?

Sí, es posible enviar un proyectil a la Luna, siempre que se consiga dar a este proyectil una velocidad inicial de doce mil yardas por segundo. El cálculo demuestra que esta velocidad es suficiente. A medida que se aleja de la Tierra, la acción del peso disminuirá en razón inversa del cuadrado de las distancias, es decir, que para una distancia tres veces mayor esta acción será nueve veces menos fuerte. En consecuencia, el peso de la bala disminuirá rápidamente, y se anulará completamente en el momento de quedar equilibrada la atracción de la Luna con la de la Tierra, es decir, a los 47/52 del recorrido total. En ese momento el proyectil no tendrá peso alguno, y si salva aquel punto, caerá sobre la Luna por el solo efecto de la atracción lunar. La posibilidad teórica del experimento queda, pues, absolutamente demostrada, dependiendo únicamente su éxito de la potencia de la máquina empleada.

A la segunda pregunta: ¿Cuál es la distancia exacta que separa a la Tierra de su satélite?

La Luna no describe alrededor de la Tierra una circunferencia, sino una elipse, de la cual nuestro globo ocupa uno de los focos, y, por consiguiente la Luna se encuentra a veces más cerca y a veces más lejos de la Tierra, o hablando en términos técnicos, a veces en su apogeo y a veces en su perigeo. La diferencia en el espacio entre su mayor y menor distancia es bastante considerable para que se le deba tener en cuenta. La Luna en su apogeo se halla a doscientas cuarenta y siete mil quinientas cincuenta y dos millas (noventa y nueve mil seiscientos cuarenta leguas de cuatro kilómetros), y en su perigeo, a doscientas dieciocho mil ochocientas noventa y cinco millas (ochenta y ocho mil diez leguas), lo que da una diferencia de veintiocho mil seiscientas cincuenta y siete mil millas (once mil seiscientas treinta leguas), que son más de una novena parte del trayecto que el proyectil ha de recorrer. La distancia de perigeo de la Luna, es, pues, la que debe servir de base a los cálculos.

A la tercera pregunta: ¿Cuál será la duración del viaje del proyectil, dándole una velocidad inicial suficiente y, por consiguiente, en qué momento preciso se deberá disparar para que encuentre a la Luna en un punto determinado?

Si el proyectil conservase indefinidamente la velocidad inicial de doce mil yardas por segundo no tardaría más que unas nueve horas en llegar a su destino; pero como esta velocidad inicial va disminuyendo progresivamente, resulta por un cálculo riguroso, que el proyectil tardará trescientos mil segundos, o sea ochenta y tres horas y veinte minutos en alcanzar el punto en que se hallan equilibradas las atracciones terrestres y lunares, y desde dicho punto caerá sobre la Luna en cincuenta mil segundos, o sea trece horas, cincuenta y tres minutos y veinte segundos. Convendrá, pues, dispararlo noventa y siete horas, trece minutos y veinte segundos antes de la llegada de la Luna al punto a que se haya dirigido el disparo.

A la cuarta pregunta: ¿En qué momento preciso se presentará la Luna en la posición más favorable para que la alcance el proyectil?

Después de lo que se ha dicho, es evidente que debe escogerse la época en que se halle la Luna en su perigeo, y al mismo tiempo el momento en que pase por el cenit, lo que disminuirá el trayecto en una distancia igual al radio terrestre o sea tres mil novecientas diecinueve millas, de manera que el trayecto definitivo será de doscientas catorce mil novecientas sesenta y seis millas (ochenta y seis mil cuatrocientas diez leguas). Pero si bien la Luna pasa todos los meses por su perigeo, no siempre en aquel momento se encuentra en su cenit. No se presenta en estas dos condiciones sino a muy largos intervalos. Será, pues, preciso aguardar la coincidencia del paso al perigeo y al cenit. Por una feliz circunstancia, el 4 de diciembre del año próximo la Luna ofrecerá estas dos condiciones: a las doce de la noche se hallará en su perigeo, es decir, a la menor distancia de la Tierra, y, al mismo tiempo, pasará por el cenit.

A la quinta pregunta: ¿A qué punto del cielo se deberá dirigir la puntería del cañón destinado a lanzar el proyectil?

Admitidas las observaciones precedentes, el cañón deberá apuntarse al cenit del lugar en que se haga el experimento, de manera que el tiro sea perpendicular al plano del horizonte, y así el proyectil se librará más pronto de los efectos de la atracción terrestre. Pero para que la Luna suba al cenit de un sitio, preciso es que la latitud de este sitio no sea más alta que la declinación del astro, o, en otros términos, que el sitio no se halle comprendido entre los cero y veintiocho grados de latitud norte o sur. En cualquier otro punto, el tiro tendría que ser necesariamente oblicuo, lo que perjudicaría el buen resultado del experimento.

A la sexta pregunta: ¿Qué sitio ocupará la Luna en el cielo en el momento de partir el proyectil?

En el acto de lanzar la bala al espacio, la Luna, que avanza diariamente trece grados, diez minutos y treinta y cinco segundos, deberá encontrarse alejada del punto cenital cuatro veces esta distancia, o sea cincuenta y dos grados, cuarenta y dos minutos y veinte segundos, espacio que corresponde al trayecto que ella recorrerá mientras dure el avance del proyectil. Pero como es preciso tener también en cuenta el desvío que hará sufrir a la bala el movimiento de rotación de la Tierra, y como la bala no llegará a la Luna sino después de haber sufrido una desviación igual a dieciséis radios terrestres, los cuales, contados en la órbita de la Luna, son unos once grados, deberán sumarse estos once grados a los computados para el avance de la Luna del que ya hemos hecho mención, lo que arroja un total de sesenta y cuatro grados. Así, pues, en el momento del tiro, el rayo visual dirigido a la Luna formará con la vertical del sitio del experimento un ángulo de 64°.

Tales son las respuestas que da el observatorio de Cambridge a las preguntas de los miembros del Gun-Club.

Resumiendo:

1. El cañón deberá colocarse en un país situado entre los cero y veintiocho grados de latitud norte o sur.

2. Deberá apuntar al cenit del sitio del experimento.

3. El proyectil deberá estar dotado de una velocidad inicial de doce mil yardas por segundo.

4. Deberá hacerse el disparo el día primero de diciembre del año próximo a las once menos trece minutos y veinte segundos.

5. Encontrará a la Luna cuatro días después de su partida, el día cuatro de diciembre, a las doce en punto de la noche en el momento de pasar aquella por el cenit.

Los miembros del Gun-Club deben, por tanto, emprender sin pérdida de tiempo los trabajos necesarios para la realización de su empresa y hallarse prestos a actuar en el momento señalado, pues, porque si dejan pasar el día cuatro de diciembre, no hallarán la Luna en las mismas condiciones de perigeo y de cenit hasta que hayan transcurrido dieciocho años y once días.

El observatorio de Cambridge se pone enteramente a disposición del Gun-Club para todo cuanto concierna a astronomía teórica, y se suma por la presente a las felicitaciones que la América entera le ha enviado.

Por el observatorio,

J. BELFAST
Director del observatorio de Cambridge
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