Un fallo cardíaco se llevó ayer domingo a Christopher Reeve a los 52 años.
Ni Lex Luthor ni la Kriptonita pudieron con él. Un accidente montando a caballo en 1995 le impidió separarse de una silla para el resto de sus días, pero eso no le impediría seguir volando en nuestros sueños. Dedicó su vida defender activamente investigaciones médicas como las que se realizan con células madre, creó su propia fundación para parapléjicos y viajó todo lo que pudo para dar esperanza a minusválidos de todo el mundo.
Consiguió incluso mover los dedos de una mano y los dedos de los pies, así como sentir el frío y el calor en sus extremidades. Todo este valor y su insistencia contrastan con su madre, que llegó a rogar a los médicos que dejaran morir a su hijo.
Curiosamente, en el debate del pasado Viernes entre los candidatos a la Presidencia de los EEUU, John Kerry mencionó al propio Reeve y prometió que, si sale elegido presidente, autorizará la investigación con células madre.
Fenómenos como este hombre ayudan a que la sociedad tome conciencia de la necesidad de la investigación, especialmente en el campo de la Salud. La Ciencia debe romper muchas barreras, como ya hicieron otros antes, según van apareciendo nuevos desafíos.
Dencansa en Paz, Héroe