Hace unos días terminé The Blind Watchmaker (El relojero ciego en castellano) de Richard Dawkins, uno de los libros que me traje de Oxford, lugar del que Dawkins es ahora una de las figuras más representativas. Las librerías estaban copadas por todas o casi todas las obras de este etólogo, biólogo y divulgador científico, con especial interés hacia el Darwinismo, la evolución en general y el ateísmo.
El relojero ciego, publicada en 1986, es una de las obras más populares del autor. Dawkins explica clara y fervientemente la teoría de la evolución de Darwin, actualizando a finales del siglo XX los detalles de la misma.
El título hace referencia a la analogía del relojero de William Paley que argumentaba, más de 50 años antes de la publicación de El Origen de las Especies por parte de Charles Darwin, que la complejidad de los organismos vivos demostraría la existencia de un creador divino a semejanza de la existencia de los relojes, que hacen pensar en un relojero inteligente.
Con una narrativa cargada de ejemplos y referencias, trata en varias ocasiones de dar réplica a las diferentes teorías que han surgido, desde las más similares (el Lamarkismo, por ejemplo) a las completamente opuestas (el creacionismo). En cada caso se explican las diferencias y por qué el autor cree que son erróneas.
Una de las partes más interesantes, y por las que más se recuerda y referencia el libro, es en la que explica el potencial de los pequeños cambios evolutivos. Para ello utiliza el programa Weasel (comadreja) y una simulación para ordenador del relojero ciego (de implementación propia).
El programa Weasel, perfectamente explicado en la Wikipedia, hace referencia al conocido teorema de los infinitos monos y la máquina de escribir (un mono pulsando teclas al azar sobre un teclado durante un periodo de tiempo infinito casi seguramente podrá escribir las obras completas de Shakespeare). El objetivo del programa es más modesto, y basta con producir la frase Methinks it is like a weasel ('yo creo que se parece a una comadreja'), proveniente de Hamlet. Al final es pura estadística.
Más curioso y asombroso resulta el simulador, programado en Java por el propio Dawkins, que de manera sencilla y clara demuestra la efectividad de una serie de mutaciones aleatorias seguidas de una selección no aleatoria para producir formas complejas. Veamos como funciona:
En cada paso, tenemos el especímen actual y varias posibles mutaciones aleatorias en 15 genes, que marcarán: la forma general, el color, la profundidad de la recursión, el número de segmentaciones, la separación entre las segmentaciones y la forma que tomará (ovalada, lineal, rectangular,...). Seleccionamos un elemento y pasamos a la siguiente generación:
En las primeras generaciones los progresos son muy lentos, y los cambios no demasiado bruscos. Llegamos a la décima generación:
La trigésima generación:
Y ya los cambios empiezan a ser más evidentes:
Después de 60 generaciones (no todas con un cambio visible):
Y finalmente tras 70 generaciones:
Podríamos seguir eternamente y asombrarnos con las posibles figuras que se obtienen. El propio Dawkins muestra varias de ellas, algunas incluso con cierto parecido con especies reales. Podéis verlas en los enlaces y en el libro.
En definitiva, una obra totalmente recomendable para los amantes de la divulgación científica en general, o incluso para curiosos sobre el tema, dado su alto nivel didáctico.
For reasons that are not entirely clear to me, Darwinism seems more in need of advocacy than similarly established truths in other branches of science. Many of us have no grasp of quantum theory, or Einstein's theories of special and general relativity, but this does not in itself lead us to oppose these theories! Darwinism, unlike 'Einsteinism', seems to be regarded as fair game for critics with any degree of ignorance. I suppose one trouble with Darwinism is that, as Jacques Monod perceptively remarked, everybody thinks he understand it. It is, indeed, a remarkably simple theory, childish so, one would have thought, in comparison with almost all of physics and mathematics. In essence, it amounts simply to the idea that non-random reproduction, where there is hereditary variation, has consequences that are far-reaching if there is time for them to be cumulative. But we have good grounds for believing that this simplicity is deceptive. Never forget that, simple as the theory may seem, nobody thought of it until Darwin and Walace in the mid nineteenth century, nearly 200 years after Newton's Principia, and more than 2,000 years after Erastothenes measured the Earth. How could such a simple idea go so long undiscovered by thinkers of the calibre of Newton, Galileo, Descartes, Leibnitz, Hume and Aristotle? Why did it have to wait for two Victorian naturalists? What was wrong with philosophers and mathematicians that they overlooked it? And how can such a powerful idea go still largely unabsorbed into popular consciousness?