(quinto artículo sobre mi viaje a Japón, en los siguientes enlaces podéis leer el resto)
- Japón (I): paraíso de la tradición, la modernidad y el frikismo
- Japón (II): Llegada a Japón, Nagoya y Takayama
- Japón (III): Kyoto
- Japón (IV): Osaka, Universal Studios y Nara
Himeji
Desde Osaka, nuestro siguiente plan fue visitar Himeji, una ciudad famosa por su impresionante castillo conocido como el Castillo de Himeji o “Castillo de la Garza Blanca” debido a su elegante apariencia blanca. Este castillo es uno de los más grandes y mejor conservados de Japón, y es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. No puedo opinar mucho del resto de la ciudad, ya que sólo estuvimos unas horas, pero el castillo y sus alrededores merecen mucho la pena.
Hicimos la visita guiada en inglés al complejo del castillo, y fue prácticamente una visita privada ya que sólo compartíamos guía con otra familia. El guía nos explicó la historia del castillo, su arquitectura y su importancia estratégica en la historia de Japón. Subimos a la torre principal, que ofrece vistas panorámicas de la ciudad y los alrededores. Nos gustó mucho la visita guiada, más allá de el contenido puramente histórico el guía nos contó muchas anécdotas interesantes sobre la vida en el castillo y las técnicas de defensa utilizadas en su construcción.
También visitamos el Jardín de Koko-en, un jardín tradicional japonés ubicado junto al castillo, que es un lugar perfecto para relajarse y apreciar la belleza del diseño paisajístico japonés. No estaba demasiado concurrido, lo que nos permitió disfrutar un montón del jardín y hacernos innumerables fotos.
Hiroshima
Nuestra siguiente parada fue en Hiroshima. Como todos ya sabéis, es una ciudad con una historia profundamente marcada por los eventos de la Segunda Guerra Mundial, siendo tristemente famosa por ser el primer lugar en el mundo donde se utilizó una bomba atómica en un conflicto bélico el 6 de agosto de 1945.
Después de comer, nos dirigimos al Parque Conmemorativo de la Paz de Hiroshima, un lugar dedicado a recordar a las víctimas del bombardeo atómico y promover la paz mundial. El parque alberga varios monumentos y museos, siendo el más emblemático la Cúpula de la Bomba Atómica, también conocido como el Monumento de la Paz, una estructura que quedó en pie tras la explosión y que ha sido preservada como símbolo de la destrucción causada por la guerra.
El museo es sobrecogedor y muy educativo, proporcionando una visión profunda de los eventos que llevaron al bombardeo, sus consecuencias y el impacto duradero en la ciudad y sus habitantes. Es un lugar que desde luego invita a la reflexión, aunque por desgracia lo visitamos un día que había mucha gente y no pudimos disfrutarlo tanto como nos hubiera gustado. Al salir nos apuntamos a un tour guiado gratuito (en inglés) por el Parque Conmemorativo. El paseo y las explicaciones estuvieron muy bien y guardo un buen recuerdo de la experiencia, entre otras cosas porque no estaba tan masificado como las salas principales del museo.
El resto de la tarde lo dedicamos a pasear por el centro de Hiroshima, visitando lugares como el Castillo de Hiroshima. Quizá porque ibamos con bajas expectativas, el castillo nos gustó bastante. No es tan impresionante como otros castillos japoneses pero la reconstrucción es muy fiel al original en cuanto a diseño y materiales, y el museo en su interior ofrece una buena visión de la historia de la región así como unas vistas espectaculares de la ciudad desde lo alto de la torre.
Miyajima
Al día siguiente nos dirigimos a la isla de Miyajima, conocida oficialmente como Itsukushima. Esta isla es famosa por su santuario sintoísta, el Santuario de Itsukushima, que es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y es conocido por su icónico y majestuoso torii flotante de 15 metros de altura que parece flotar en el agua durante la marea alta.
Como casi todos los turistas, llegamos a la isla tomando un ferry desde el Puerto de Miyajimaguchi. El viaje en ferry es corto y ofrece vistas panorámicas de la isla y una perspectiva diferente del gran torii y de su santuario. Se puede llegar sin problemas a la terminal de ferris de Miyajimaguchi desde Hiroshima en tren, autobús e incluso tranvía.
A diferencia de la mayoría de turistas, nosotros decidimos pernoctar para poder disfrutar de la isla con más calma, hacer un poco de senderismo y evitar en la medida de lo posible las multitudes que suelen llegar en excursiones de un día. Eso nos permitió conocer más zonas de la isla y disfrutar de la zona del gran torii flotante con mucha menos gente y en diferentes momentos del día, diferente luz, diferente marea, etc. Sin duda es el monumento que más fotografiamos (con o sin nosotros) de todo el viaje. Para muestra, varias fotos a continuación:
Nada más bajar del ferry, tras la inevitable primera ronda de fotos en el torii, arrancamos la ruta de senderismo que había preparado. Se trató de una ruta no muy exigente (además, nos daban lluvia) que nos llevó en teleférico casi hasta a la cima del Monte Misen, el punto más alto de la isla, desde donde se pueden disfrutar de vistas panorámicas espectaculares de la isla y de la Bahía de Hiroshima en el Mar de Seto. Tuvimos que hacer tiempo en la estanción superior del teleférico esperando a que dejara de llover, y luego nos tocó hacer buena parte del descenso con agua, pero ibamos bien preparados para la lluvia y mereció muchísimo la pena.
Durante el resto del ascenso a pie pasamos por varios templos y santuarios, entre los que destacaría el templo budista de Misen, un lugar tranquilo e idílico muy cerca del observatorio que hay en la cima. Tras la bajada, ya entrando en el pueblo de nuevo, visitamos el Santuario de Daisho-in, otro templo imprescindible de Miyajima, conocido por su impresionante arquitectura y su enclave privilegiado. En sus alrededores merece mucho la pena visitar la cueva de Henjoku, de los lugares más místicos que pudimos conocer, así como un pequeño sendero con más de 500 estatuas diferentes y únicas de Rakan, discípulos de Jizō (una deidad guardiana de viajeros y peregrinos) representados como figuras muy simpáticas de monjes budistas con gorritos, bufandas y baberos rojos.
Sin duda, Miyajima fue uno de los puntos álgidos de nuestro viaje a Japón. La combinación de naturaleza, historia y cultura hacen de esta isla un lugar único que no os podéis perder si visitáis la región de Hiroshima.
